Apenas hacía poco más de un año que había llegado a la antigua Unión Soviética a estudiar en la Universidad Estatal Mijail Lomonosov de Moscú, cuando se produjo el viaje al cosmos de Arnaldo Tamayo, el primer cubano y latinoamericano en realizar esa proeza.
Los estudiantes de la Isla sentíamos un gran orgullo y uno de nuestros compañeros de aula, Fidelito, guantanamero de pura cepa, se sentía como que era parte de la tripulación.
Hace ya 40 años de aquel suceso y recuerdo con nitidez como seguimos día a día, los ocho, que nuestro cosmonauta permaneció junto al soviético Yuri Romanenko en aquel trascendental viaje.
Pero lo mejor para los estudiantes cubanos en Moscú en ese entonces, fue conocer de primera mano de sus experiencias, pues Tamayo se reunió con nosotros y nos contó de su viaje, del tiempo que duraron para rotar alrededor de la tierra, si mal no recuerdo fueron 90 minutos, de sus impresiones con la ingravidez, de cómo se perdía la noción de cuál era el piso y la primera noche puso su bolsa de dormir en una de las paredes, ah y que había crecido un centímetro y medio en una semana, algo que resulta doloroso, según nos dijo.
Con la sencillez que lo caracteriza y su tono de guantanamero compartió con los estudiantes cubanos sus anécdotas e investigaciones en aquellos días en el cosmos, donde lograron ejecutar experimentos médicos, biológicos, físicos y técnicos que eran el objeto de su misión, algunos preparados por la Academia de Ciencias de Cuba.
Fue en 1980, poco después del viaje y de seguro quienes vivieron aquella experiencia del encuentro con Arnaldo Tamayo Méndez, el cosmonauta cubano que gracias a una Revolución como la nuestra, pudo convertirse en el primero de Latinoamérica y de otras muchas naciones en el mundo, lo recordarán como un momento irrepetible de sus vidas.
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