

Allí lo conocí desde mi cama como paciente y fui tratada día a día con solicitud y pude apreciar tras los medios de seguridad, el calor humano trasmitido a cada enfermo, en particular a mí, cuando viví los momentos más difíciles de mi vida.
Me contó de su familia, de su esposa, sus dos hijos pequeños, hembra y varón, de su misión internacionalista y de los desafíos que entrañaba enfrentar al nuevo coronavirus, cuando entre los contagiados habían colegas suyos.

Mantuvimos la comunicación en su etapa de aislamiento, en el que extrañaba el quehacer e intensidad del trabajo del hospital; siempre estuvo al tanto de mi recuperación y del resto de la sala. A él acudí cuando me llené de incertidumbre estando en casa de alta, al persistir algunos síntomas y me trasmitió seguridad y fe en mi sanación.
Supe de su segundo momento por la Zona Roja cuando los sucesos del Hospital Faustino, en los que atendió a un grupo significativo de pacientes, entre ellos, trabajadores de la salud y me contó de sus estrategias para hacerlo y lograr la mayor disciplina y buenos resultados.

Éxitos en la nueva batalla, en la que espero salga victorioso como todo nuestro pueblo ya, frente a este mortal virus, del que hemos sido víctimas muchas personas, algunas mortales y otras sobrevivientes como yo, gracias al Sistema de Salud Cubano y a profesionales como el Doctor Adrian Castelnau Sánchez.
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