Ciudad Bandera

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domingo, 4 de diciembre de 2016

La modestia de Fidel hasta después de su partida


  Cada uno de estos días fue sobrecogedor, de  imágenes emotivas donde vimos a Fidel  vibrar en las montañas y  en los más disímiles escenarios; su figura siguió creciendo en la medida, que  la certeza de lo irrevocable de su muerte, se hacía patente en los corazones de los agradecidos.
“Yo soy Fidel, yo soy Fidel” retumbó en todos los rincones de Cuba y el paso de la caravana más triste de la historia,  acompañada  de los sentimientos  del pueblo, fue una muestra del fervor revolucionario y de la incondicionalidad a la obra dejada por el Comandante en Jefe.

La sensación de orfandad ante la pérdida física es inevitable  para todos y Raúl, la debe sentir más que nadie, aunque demostró su entereza.  Su amor por el hermano mayor,   por  su consejo oportuno,  por el paradigma de justicia  de la Revolución,  durante la cual estuvo a su lado, es difícil de superar.
Por mucho que uno se convenza  de su paso a la inmortalidad, el dolor está en el pecho y no se va y te aprieta,  cuando escuchas su voz, cuando  te enteras de  algo que no conocías y te das cuenta aún más de su nobleza, esa que lo convirtió en un gigante  sin par  y lo sitúa  ya junto a Maceo, a Martí, a Camilo, al Che y a tantos otros  patriotas de nuestra Historia Patria y Universal.
Su voluntad  de  que no se usara  su nombre y figura en monumentos, instituciones, plazas, calles u otros sitios públicos  representa un ejemplo elocuente de su modestia y humildad. Fue enemigo del culto a la personalidad, característico de otros lares y por eso hasta su último minuto como expresó Raúl, se preocupó porque esto no sucediera y su pueblo cumplirá con ese deseo, porque además no necesitamos de ello para recordarlo, basta con su ejemplo imperecedero  de ser humano cabal y solidario, consecuente con sus ideales, de soldado al servicio de la Patria y de las causas justas donde quiera que fuera.
Iluminado, profeta, visionario, fueron denominaciones dadas a Fidel;  ni amigos ni enemigos pudieron ignorarlo en vida, la fuerza y energía  que emanó lo acompañan ahora la gloria…

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