Por Fidel Alejandro
Para hablar de un hombre de talla universal no sólo basta con escuchar su verbo encendido, es necesario ver y palpar su obra, esa que está en cada rincón de esta Isla, esa que un día se apoderó del universo cuando cumplió con esa máxima de no dar lo que nos sobra, sino compartir lo que tenemos.
Tu nombre Fidel, nos presagió desde el principio tu acción, la que encierra tus cinco letras; fidelidad, esa que fundaste con las ideas preclaras que te dotó la naturaleza, pero no era suficiente era necesaria tu presencia y sin pensarlo desafiaste el peligro, allí donde los desposeído reclamaron tu figura, nunca nos abandonaste.
Entonces, cuando digo Fidel pienso en ese primero de enero luminoso que como un torrente nos trajo la libertad. Ese que permitió a muchos niños de este verde caimán llamarse Fidel.
Pero como alcanzar tu luz Alejandro, si la infame muerte nos ha privado de tu presencia. Será imposible no llorarte en momentos como estos, pero tu ejemplo se ha convertido en la fuerza necesaria, de los muchos que te amamos en este universo.
Tú Fidel, el de todos, el mío, cuantas sabidurías nos legaste, hermano, padre, guía, hombre de la historia que con tu inteligencia aglutinaste a tu pueblo y con esa valentía propia de los gigantes, al mundo avizoraste del peligro.
Precisamente, tu coherencia distinguiría tus acciones y tú partida física sesenta años después de hacerte a la mar para liberar la Patria oprimida, nos señala que el camino es uno solo, el de la libertad.
Como perpetuar tu obra mi Comandante, si no somos capaces de comprender que cada cubano es Fidel.
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