Ciudad Bandera

Desde Cárdenas, Cuba y el Mundo, un intercambio franco.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Nació Oliver...


 Por Claudia Díaz Pérez
Fuera del salón de operaciones el padre camina de un lado a otro. La hermana mayor conversa con cuanta persona pase por allí. El otro hermano en una esquina tiene la vista fija y los hombros caídos. Abuela lo mismo dibuja una sonrisa o de pronto endurece los gestos y pide silencio, si no los sacarán de allí. Acompañan a la familia las primas, una vecina y hasta la bodeguera. Así es un nacimiento en Cuba, un acontecimiento comunitario.

La puerta se abre, pero falsa alarma es un enfermero que sale. Papá pega el oído a la puerta y siente unos pasos. Es la enfermera que informa: ya nació, todo salió bien. Vienen los abrazos y unas lágrimas ruedan en más de un rostro.
Al rato traen al pequeño de seis libras y media hasta la puerta. Hay quienes se arriesgan y comentan el parecido increíble con el padre, otros lo contradicen y definen con acento rotundo que no, que son los ojos de la madre y el corte de cara del abuelo. Nada que de pronto suscita una discusión por los rasgos físicos de un bebé que apenas se abre a la vida.
Es 16 de septiembre de 2015, un día que Viveitys y Adel recordarán mientras vivan. A las 12 y 25 del mediodía este matrimonio recibió su tercer retoño. Ustedes se preguntarán por qué reflejar dicho suceso en un medio de comunicación cuando diariamente acontecen nacimientos.
Mi pluma inquieta no puede tener la tinta seca para la vida que se inaugura. Mi visión del periodismo además de sacrificio, pasión y escasez es también sensibilidad. Cómo callar mi voz cuando mi piel y mi corazón disparan emoción.
Más allá de la relación familiar que me une al niño Oliver, como ya lo llaman sus progenitores, la emoción incontrolable se debe a que la madre y el padre, tienen 41 y 46 años respectivamente. Una familia que apostó por la vida ante la crítica de muchos por los riegos de la edad, el peso, la hipertensión.
Oliver es el fruto del amor pero también de las limitaciones de Viveitys, que hace meses no come lo que le gusta, del sudor de su padre que ha asumido las tareas del hogar, del cariño de los hermanos mayores que prometen llevarlo a la escuela como un hijo propio, pero sobre todo también es fruto de la medicina cardenense. De un equipo multidisciplinario de galenos que siguieron paso a paso su crecimiento, desde que era solo unos milímetros hasta hoy que alcanza unas cuantas pulgadas. Oliver es un fruto de la grandeza humana de la Revolución en la Ciudad Bandera.

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