Por: Claudia Díaz Pérez
Este septiembre no huele para mí a uniformes recién estrenados. Atrás quedaron los días de reencuentro con los amigos, las libretas en espera de la mejor letra. Aunque mi rutina de los últimos diecisiete años no se repite hoy, si coincide una emoción: vuelve el temor de principiante.
Lo que una vez experimenté ante la escuela inmensa, el profesor desconocido o ante las nuevas asignaturas de Ciencias regresa durante mi primer día de trabajo.
Radio Ciudad Bandera, el medio de comunicación que me recibe, tiene en mis memorias infantiles varios pasajes. Aquí me padre durante el período de las cintas magnetofónicas se desenvolvió en cuanta tarea demandó la rutina. Él sin proponérselo me transmitió la pasión por el éter.
Lo cierto es que a la vuelta de los años esta no es la emisora idílica de mi padre. Los tiempos no son los mismos. Cárdenas ha cambiado. El periodismo también.
No es la redacción amplia, equipada tecnológicamente, ni el lugar idóneo para encontrar inspiración. Algún misterio guarda este 3 x 4 metros que aún Mileysis, la joven jefa del informativo, me recibe con sonrisas, consejos sinceros y me convida a sumarme a su central que no para de moler información. Me entusiasma encontrar aquí a varios titanes, entre ellos Cristina, que se aferran a mantener la imagen de Cárdenas en la web a pesar de la conexión por hilos a Internet.
Una sustancia misteriosa trasfunde la radio en las arterias de mis colegas. A Isis le brilla la mirada, Lina conserva la sensibilidad y Mayito su sentido del humor.
Por ahora a mí solo me pican los ojos y estornudo. Mucho polvo para un día.
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