En mis recientes vacaciones, recorrí nuevamente una buena parte del Archipiélago cubano. Desde Cárdenas, provincia de Matanzas, hasta Guáimaro, el último municipio de Camagüey disfruté del largo viaje por diferentes lugares con nombres que me recordaban las clases de Historia tan lejanas en el tiempo, pero que volvían a mí memoria, gracias a las enseñanzas de mis maestros, desde la primaria.
Como la mayoría de los nacidos en Cárdenas vivo orgullosa de la Ciudad Bandera, su historia y primicias, pues mientras otros cuando hablan de su origen mencionan a la provincia, no existe un cardenense que no destaque el lugar preciso donde vino al mundo.
Por eso me llamó la atención y me identifiqué de inmediato con quien desde hace más de 25 años comparte mi vida. Natural de Guáimaro, sus vivencias siempre han estado ligadas a su localidad, cuna de la Constitución de la República de Cuba en Armas, la cual recuerda con ese sentido de pertenencia de los que aman con pasión a su terruño.Algunos de sus antecesores, muchos longevos, conocieron de cerca a Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García y a otros insignes mambises.Ellos le trasmitieron sus experiencias de aquella gloriosa época. Su propio abuelo donó piezas de enorme valor histórico al Museo, levantado en el sitio donde se firmó la Carta Magna Constituyente, justo frente a su actual casa familiar.
Allí junto a la centenaria ceiba también se alza el mausoleo en el que reposan los restos de Ana Betancourt de Mora, la ilustre camagüeyana, precursora en la defensa de los derechos de la mujer en Cuba, quien exigió un lugar para que se oyera su voz y reconociera como parte imprescindible de la lucha por la independencia, en los intensos días de la Asamblea de Guáimaro.
Cuando se habla de incendio de una ciudad siempre se cita a Bayamo y pienso que pocos conocen que Guáimaro fue quemado en dos ocasiones por sus habitantes. Resulta difícil ponerse en el lugar de aquellas personas del siglo XIX ante tal disyuntiva, sin que un estremecimiento le recorra a uno el cuerpo, porque no solo fueron jóvenes patriotas, sino niños, ancianos, enfermos, mujeres recién paridas o por dar a luz, los que por dos veces enardecidos por el ideal de libertad, sin distinción de clase, credo o color de piel partieron a la manigua redentora dejando todo atrás, devorado por las llamas.
Nuestro Héroe Nacional José Martí al referirse a tan dramático hecho expresó:
"… ni las madres, ni los hombres vacilaron, ni el flojo corazón se puso a ver como caían cedros y caobas. Con sus manos prendieron la corona de hoguera a la santa ciudad, y cuando cerró la noche se reflejaba en el cielo el sacrificio".
El viaje y la visita a Guáimaro una vez más, combinó lo agradable del regreso a las raíces de Carlos, mi esposo y el encuentro con el pasado y el presente de un indómito pueblo que vive orgulloso de una historia que continua enriqueciendo.
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