
Más tarde al llegar a la casa recordé que esa noche en mi CDR se desarrollaba la Asamblea previa al Octavo Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución y bajé de mi apartamento a participar en la reunión, a la que solemnemente acudieron la mayoría de sus miembros, con rostros que evidenciaban la tristeza, por tan sensible pérdida.
Un minuto de silencio a la memoria de Hugo Rafael Chávez Frías, fue unánimemente guardado por los cederistas de mi barrio; el primer homenaje colectivo en el que participé y decidí compartirlo, por la sinceridad que entrañó, cuando luego de aquellos conmovedores 60 segundos, de manera espontanea, vecinos de diferentes edades comenzaron a recordarlo.
Un minuto de silencio a la memoria de Hugo Rafael Chávez Frías, fue unánimemente guardado por los cederistas de mi barrio; el primer homenaje colectivo en el que participé y decidí compartirlo, por la sinceridad que entrañó, cuando luego de aquellos conmovedores 60 segundos, de manera espontanea, vecinos de diferentes edades comenzaron a recordarlo.
Su carisma, su multifacético quehacer, su solidaridad con Cuba, con los pueblos de América y el mundo, su antiimperialismo, la fundación en Venezuela de los Comités de Defensa de la Revolución Bolivariana, fueron temas del intercambio, que rememoró la eterna amistad de Fidel y Chávez, su amor por el beisbol y sus inolvidables encuentros, jugando pelota.

De las misiones que promovió, en la que los cubanos apoyamos incondicionalmente, hablaron los cederistas de mi comunidad, aquí en Cárdenas, Ciudad Bandera, en una noche amarga y fría, que se fue tornando diferente en la medida en que nos dimos cuenta que la obra del Comandante Bolivariano está viva y continuará consolidándose no sólo en su pueblo, sino en esta América nuestra, que ha ganado un nuevo prócer en el Olimpo Latinoamericano.
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