Hace unos años visité en Trinidad el Museo dedicado a la lucha 
contra bandidos en Cuba. Imágenes de aquella etapa de zozobra, sobre todo en las montañas de Escambray, se muestran en esa institución espirituana. Entre las fotos expuestas encontré la de los pequeños Yolanda y Fermín, los dos hermanitos de Bolondrón ultimados por el odio. Sus nombres son recordados cada día en el Palacio de Pioneros de Cárdenas, por donde generaciones de niñas y niños hacen realidad los Mercenarios entrenados por la CIA asesinaban a mansalva a campesinos y sus hijos, a alfabetizadores y a todo aquel que apoyara la Revolución naciente, que por primera vez traía la luz a los campos de la Isla y reconocía como seres humanos a quienes habitaban las zonas más intrincadas de nuestra geografía.
Cerca de Trinidad se alza el monumento dedicado a Alberto
Delgado, el guajiro analfabeto que se creció ante las circunstancias y se convirtió en agente de la seguridad del Estado, para defender las conquistas de un pueblo decidido a construir su fututo.En el lugar en el que los bandidos lo torturaron hasta la muerte se le honra y todo el que allí se detiene se lleva una fuerte impresión, en especial si tuvo la oportunidad de ver la película El Hombre de Maisinicú, en la que
magistralmente Sergio Corrieri trasmitió la esencia del sencillo campesino, infiltrado en las filas contrarrevolucionarias para impedir sus planes de sembrar el terror.Muchos cardenenses participaron en la lucha contra bandidos y limpia del Escambray, entre ellos mi padre, a los que en este día es bueno agradecerles e invitarlos a que nos trasmitan sus experiencias, para que las nuevas generaciones conozcan de primera mano la vileza de un enemigo que sigue ahí buscando nuevas formas de asfixiarnos y destruir la Revolución, con métodos más sofisticados y bandidos disfrazados, pero tan letales como los de aquellos años.
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