Ciudad Bandera

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sábado, 3 de agosto de 2013

Virgilio Piñera, "tan vivo" a 101 años de su nacimiento!

                                                       Por Ariel Aymé Gómez

 Las luces y las sombras de Virgilio Piñera marcan por estos días la vida cultural de la ciudad. Otra vez una jornada rinde homenaje a uno de los más grandes intelectuales cubanos, tanto por el amor y la admiración como los prejuicios que generó en la sociedad.




                Virgilio nació en Cárdenas el 4 de agosto de 1912, aunque permaneció poco tiempo en este territorio. Vivió en el interior del país, en La Habana, en Buenos Aires y en La Habana otra vez. Cada lugar fue escenario para la creación de un artista diferente, revolucionario para su tiempo, tal vez para todos los tiempos. Pocas obras teatrales superan a Electra Garrigó y Aire Frío en la reproducción escénica de la sociedad cubana, pocos poemas son comparables a la angustia y la realidad de la Isla en peso, pocos hombres asemejan la personalidad diversa del gran dramaturgo. Era respetado en el mundo literario, sobre todo en el refugio que constituyó la Argentina, sin embargo tardaron años para que el mundo intelectual y político cubano lo ubicara en el lugar que merece, si en realidad puede hacerse tal afirmación.
   El escritor Norge Espinosa expresa que Virgilio “supo que como artista, como escritor, como persona de una sensibilidad y una agudeza tan singulares, no podía escapar de esa suerte y desgracia: la de no saberse un rostro en la masa de lo común.” Aun así lo más importante está en la trascendencia de su obra, algo que ni por envidia nadie pudo ni podrá ocultar.Muchos años después de su vida, de su marginalidad literaria y social, de su soledad, algunos de los que rechazaron a Virgilio compraron sus textos. Ahí esta un punto importante. Señaló un día el actual presidente de la UNEAC Miguel Barnet que “en el ejercicio de la escritura, como manifestación de la libertad personal, fue insobornable e inflexible. Constituía su ética de escritor. Cuando sus artículos no podían publicarse, los convertía en cartas privadas que enviaba por correos a sus destinatarios.” Con esa convicción vivió y murió. En Himno a la vida mía expresa: “Tan vivo estoy, que la historia desfila ante mi vista y puedo acompañarla en su incesante marcha.” Sus propias palabras –sin autosuficiencia alguna- definen a ese hombre que fue Virgilio Piñera.

 














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