Ciudad Bandera

Desde Cárdenas, Cuba y el Mundo, un intercambio franco.

jueves, 23 de septiembre de 2010

EL VOTO SEGURO DE MI AMIGO


Al triunfo de la Revolución Bolivariana busqué a mi amigo venezolano, cerquita de Hugo Chávez, porque de vivir, por nada del mundo se hubiera perdido ser protagonista en aquel irrepetible proceso. Hoy, cuando esa hermana nación está en vísperas de elecciones parlamentarias, que permitirán a ese pueblo concretar con su voto, el poder legislativo en sus manos, quiero compartir mis recuerdos sobre alguien que aunque no está físicamente, estoy segura de qué lado iría, en este trascendental momento.
Vicente Ochoa fue uno de los compañeros más entrañables que tuve en mi época de estudiante en la antigua Unión Soviética, a finales de los 70 y principios de los años 80, cuando “MOSCÚ SÍ CREÍA EN LÁGRIMAS,”. Él estudiaba Historia en la Universidad de Amistad con los Pueblos Patricio Lumumba, un centro que acogía solidariamente a alumnos de países del Tercer Mundo, con los que los cubanos de la Universidad Lomonosov, nos relacionábamos bastante, en particular con los de América Latina.
A nuestra residencia lo llevó Javier Gutiérrez, el mejicano, un amigo común y muy querido, con el que volví a tener comunicación hace poco, de manera fortuita. Desde la primera vez que conversé con Ochoa, hubo empatía, su admiración por Cuba, Fidel y su Revolución era incondicional y se sentía en deuda con el Che, porque decía no haber hecho nada, para lograr lo que Guevara se había propuesto y dejado pendiente, en esta América nuestra.
Con un 8A escrito en cualquier parte a la vista, dejaba su singular huella para que supiéramos que había pasado a vernos .Siempre los encuentros con Ochoa estaban llenos de poesía y sueños de libertad. Todo lo quería saber de nuestra Isla y ponía tanta emoción al escucharme recordar, algo tan sencillo y hermoso, como el juramento de la Organización de Pioneros Cubanos, que luego de haber pasado tantos años, cuando lo oigo, viene a mi memoria su imagen y me conmueve, como cuando niña, recibí mi pañoleta.
Tenía mucho conocimiento de Historia de América y de Venezuela en especial. Nos hablaba de temas, que solo después de la Revolución Bolivariana se han publicado, acerca de gobiernos corruptos y políticas arbitrarias que sumieron en la pobreza al pueblo de esa nación, tan rica en recursos, pero en manos de oligarcas del patio y de capital extranjero.
EL PANA, como le llamábamos cariñosamente, dejó de venir y una excusa tras otra nos hizo creer que algo raro estaba pasando, pero que no debíamos averiguar más. Un buen día llegó Javier y con mucho misterio nos llevó a Mercy, otra cubana y a mí, a un bosque cerca de la Lumumba, donde algunos compañeros aguardaban para despedir a Ochoa, que al fin, iba a hacer realidad sus sueños de luchar por América Latina, allá en El Salvador, junto al Frente Farabundo Martí.
Nunca podré olvidar aquella mañana de otoño que quedó para siempre en unas fotos que conservo. La cara de mi amigo demostraba seguridad y confianza en el paso que estaba a punto de dar, reía con esa expresión de los hombres que creen, aún cuando en ello les vaya la vida, y para Vicente Ochoa, eso, estaba más que claro desde hacía mucho tiempo. No hubo casi preguntas y menos respuestas.
Terminé la carrera en la antigua URSS en 1982 y no supe más de él, hasta hace poco en que Javier me contó, que Ochoa había muerto en El Salvador en los años 80, luchando por el ideal de justicia de Bolívar y Martí y que hoy en su querida Patria, se materializa en una Revolución, que sus compatriotas tienen el deber de preservar, porque con ello también defienden, los destinos de Nuestra América, por la que dio la vida mi hermano venezolano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pobre hombre perdio la vida en vano.